Por Leticia Rebeca Gasca. Hace un par de semanas tuve la oportunidad de platicar con Héctor Castillo Berthier, un importante emprendedor social, doctor en sociología y experto en temas de juventud.
Su empresa social, El Circo Volador, es una de las iniciativas más exitosas y reconocidas en todo el mundo ya que favorece la construcción de ciudadanía responsable entre la juventud.
Él me narró cómo durante el inicio de su proyecto (que ya lleva alrededor de 20 años en funcionamiento), buscaba el soporte económico de diversas instituciones, y aunque la efectividad de su modelo de cambio social estaba probado en la teoría y en la práctica, la iniciativa no era apoyada ya que otras causas, como el apoyo a la infancia, eran más vistosas para la gente que otorgaba los donativos y patrocinios.
Este caso devela únicamente la punta del iceberg de uno de los grandes retos al momento de implementar programas sociales y medioambientales.
Los métodos empleados para asignar presupuestos a los proyectos de desarrollo impulsados por organizaciones de la sociedad civil (OSC’s) poseen un defecto de fondo: en ocasiones estos montos se destinan a los proyectos más vistosos, no a los que generarán un mayor impacto social ó ambiental.
Por otro lado, debemos reconocer que algunas políticas de responsabilidad social practicadas por empresas obedecen el mismo principio: buscan únicamente generar una imagen positiva de la organización ante la sociedad, lo que no debe ser el fin en sí mismo, sino una consecuencia natural del trabajo bien hecho.
En algunas ocasiones estas iniciativas no son diseñadas ni implementadas por personas expertas en desarrollo social, por lo cual pueden inclusive llegar a generar un daño hacia el grupo que se pretende beneficiar.
Por ejemplo, ciertas compañías llevan obsequios a poblaciones marginadas, principalmente rurales. Sin embargo, al momento en el que aquellos que viven en situación de pobreza se acostumbran a que por su simple condición recibirán apoyos se crea un círculo vicioso.
Ya que la gente no se involucra en su propio proceso de desarrollo y únicamente se dedica a recibir beneficios externos su pasividad se ve fomentada.
Un hecho palpable se presentó hace una década, cuando miles de toneladas de ropa proveniente de las naciones desarrolladas fueron enviadas a África.
El resultado fue que en lugar de impulsarse el desarrollo integral de la zona, éste se vio sumamente afectado y el ciclo económico fue mermado. Las fábricas maquiladoras de ropa, que empleaban a una cantidad importante de población marginada se vieron obligadas a cerrar, ya que la población recibía tanta ropa que ya no era necesario que la comprara.
Así, cuando las campañas de responsabilidad social empresarial así como los proyectos provenientes de las organizaciones de la sociedad civil no son formuladas correctamente, se corre el riesgo de que no se promueva una mejora real y sustentable en la calidad de vida de la población, y únicamente se desperdicien recursos humanos y materiales.
Con todo ello podemos llegar a dos conclusiones. Por un lado, que efectivamente, el impacto de la sociedad organizada es gigantesco y puede ser muy positivo.
Por otro lado, no siempre la responsabilidad social genera un desarrollo social ó sustentable real, por lo cual, debemos identificar aquellas acciones que incurren en “responsabilidad social light”, y no únicamente exigir que las empresas sean socialmente responsables, sino que las actividades que emprendan en estos rubros sean llevadas a cabo de forma profesional y seria.
Responsabilidad Social ¿garantía de desarrollo?
Enviado por
Leticia Gasca Serrano
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jueves, mayo 15, 2008
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