Por Leticia Rebeca Gasca. En ciertas regiones, es aún común enterarse de acontecimientos que no hacen más que mostrar la intolerancia y el atraso de la sociedad.
Por ejemplo, el asesinato de dos jóvenes mujeres de Oaxaca, que trabajaban como locutoras en las radios comunitarias y su único error fue divulgar los derechos humanos de las mujeres.
También están los crímenes de odio por homofobia, por ejemplo cuando dos adolescentes mataron a pedradas a otro, “porque les molestaba su homosexualidad”.
Asimismo, y a pesar de los avances que logró México durante la Conferencia Internacional sobre VIH que se realizó en el país, aún se sostienen grandes prejuicios sobre el tema en la vida familiar y social.
Sin embargo, hace tiempo no sentía la impotencia que experimenté al conocer los resultados de la Primera Encuesta Nacional de Exclusión, Tolerancia y Violencia en Escuelas Públicas de Nivel Medio Superior, realizada en México. La encuesta se aplicó a 13,104 estudiantes de entre 15 y 19 años.
Es preocupante que 54% manifestó que no le gustaría compartir clases con estudiantes que viven con VIH, mientras que 52.8% desaprobó convivir en el aula con homosexuales, y 51.1% con personas con discapacidad.
Además, cuatro de cada 10 no aceptaría tener un compañero ó compañera indígena, ni tampoco de ideas políticas diferentes o religión distinta.
Tampoco es posible ignorar la información que arroja la encuesta en torno a la violencia. Destaca el hecho de que 16.3% aseguró que la violencia forma parte de la naturaleza humana, y 13% considera que los hombres les pegan a las mujeres por instinto.
No obstante, podemos dar una lectura más positiva a la encuesta. Por ejemplo, 47.2% de los y las estudiantes acepta convivir con personas homosexuales. Probablemente, hace una década no se hubiera presentado ese índice, y hace dos décadas no se hubiera siquiera realizado la pregunta.
Es innegable el avance de la tolerancia: las minorías se organizan, marchan, exigen a las autoridades y desafían el racismo. Pero esa es una labor, que toda la población debería realizar, los avances en materia de discriminación y exclusión no han sido suficientes.
Sin embargo, para dar un paso aún mayor es necesario enfocarnos en las generaciones más jóvenes, forjando en su mente un espíritu crítico e incluyente, donde no se cuestione el hecho de que somos iguales en dignidad y que las diferencias nos enriquecen.
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¿Juventud excluyente, intolerante y violenta?
Sorprenden en México las cifras del consumo responsable
Por Leticia Rebeca Gasca. La frase “Las cosas caen por su propio peso”, indica la inseparable relación causa-efecto, que bien puede ser aplicada para la RSC.
Conocemos empresas que continúan sin involucrarse en la RSC, ya que la consideraron una moda, un gasto ó hasta un riesgo.
Sin embargo, la primera necesidad de toda empresa– la supervivencia, cada vez convence a más organizaciones de que ser responsables y sustentables vale la pena. Y es que una empresa no puede sobrevivir sin las personas que consumen sus productos ó servicios, que afortunadamente, cada vez son más conscientes del poder de su compra.
El 4° Estudio sobre las actitudes del consumidor frente a la RSE, de Vivian Blair & Asociados y Latin America Marketing Consultants se aplicó en las principales zonas urbanas de México. La encuesta reveló que 40% de la población encuestada (sobre todo, entre 18 y 39 años) considera que es importante que el producto apoye una causa social.
Asimismo, 61% considera que con la compra de productos que apoyen causas sociales se logran cambios importantes, y 77% pagaría un incremento en el precio de productos que apoyen alguna causa social.
Las empresas no pueden permanecer indiferentes ante las cifras del estudio. Por ejemplo, 37% manifestó estar dispuesto a cambiar de marca si ésta apoyara una causa social, e incluso 41% cambiaría la tienda donde siempre ha comprado, por otra que apoye causas sociales.
Sin embargo, prevalece la confusión, ya que 30% considera que la RSC es únicamente apoyar causas sociales, 21% cree que es cuidar el bienestar de quienes en ella trabajan y 17% que las empresas no dañen el medio ambiente.
Asimismo, 14% no ve en las causas sociales apoyadas una acción de fondo, sino de imagen e intereses propios (imagen y pago de impuestos).
El 49% opina que el gobierno debe ser el principal involucrado en apoyar causas sociales, mientras que el 28% considera que son las empresas y el 23% que es la ciudadanía.
Personalmente, yo creo que todos y todas jugamos un rol primordial… aunque sí creo que entre los tres pilares antes mencionados, uno tiene mayor influencia y siempre generará un impacto mayor.
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Responsabilidad + Sustentabilidad = ¿RSE 2.0?
Por Leticia Rebeca Gasca. Recientemente conocí al doctor Wayne Visser, Director de la organización británica Corporate Sustainability & Responsibility, quien ha conjuntado el conocimiento del tema con sus estudios en mercadotecnia para crear el término “CSR 2.0”, con el cual indica una evolución en la responsabilidad social.
Por CSR 2.0 Visser se refiere a “Corporate Sustainability and Responsibility”, lo que define como:
“la búsqueda de los negocios por la sustentabilidad económica, humana, social y ambiental mediante la responsabilidad financiera, laboral, comunitaria y moral”.Evidentemente, la visión de la responsabilidad social de Wayne Visser, proviene de un contexto en el cual quien consume toma conciencia de su poder y exige a las empresas, mediante su comportamiento de compra, que sean más responsables.
Y aunque en los países en vías de desarrollo como México, aún no se ha alcanzado la máxima expresión del poder de consumo, si se han dado avances importantes. Así lo indica un estudio de Vivian Blair & Asociados y Latin America Marketing Consultants, donde para más de 90% de los consumidores y consumidoras de las zonas urbanas de México es importante o muy importante que las empresas actúen de manera socialmente responsable.
El siguiente paso es que demostremos esa preferencia al momento de decidir cómo, dónde y qué consumir. Siga leyendo >>>
Qué fue primero ¿el lenguaje discriminatorio ó la discriminación?
Por Leticia Rebeca Gasca. Un compañero me preguntó “¿por qué tanto interés en el lenguaje incluyente? La idea suena bien, pero no puede generar un cambio real”.
No puedo negar que el comentario me dejó pensando por unos minutos… sin embargo, el cuestionarme la importancia de no emplear lenguaje sexista únicamente reafirmó mi convicción de que expresarnos de forma incluyente es mucho más que un acto de coherencia con la responsabilidad social.
Es importante recordar que los sexismos en el uso del lenguaje no generan por sí solos discriminación. La frase "las mujeres no deberían ocupar cargos públicos" expresa una opinión discriminatoria, pero el lenguaje con el que se formula es correctamente empleado. En cambio, la expresión "las viejas son tan capaces como los hombres para ocupar cargos públicos" sí se trata de un caso de discriminación lingüística ó de sexismos en el lenguaje.
El lenguaje discriminatorio puede ser clasificado en tres casos. El primero es la discriminación léxica, que consiste en la elección de ciertos términos. Además, está la discriminación sintáctica, basada en la forma en que construimos las oraciones. Por último, podemos encontrar la discriminación retórica, que es empleada para persuadir de manera indirecta sobre la inferioridad de ciertos grupos.
Debo reconocer que el lenguaje sin sexismos por sí solo no puede generar un cambio social, sin embargo, sí evita la creación de estereotipos y percepciones erróneas en las generaciones más jóvenes, y además, disminuye la proliferación de discursos de odio.
Un lenguaje cabalmente incluyente, que destierre los discursos de odio, será consecuencia de un triunfo más grande, que traiga consigo auténticas condiciones de equidad para todos. Que haya más mujeres científicas y presidentas; un reconocimiento amplio de las personas a unirse legalmente con personas de su mismo sexo, así como igualdad en las oportunidades laborales para las personas con discapacidad, redundaría en una percepción de las relaciones sociales y en consecuencia en la forma de expresarnos. Así, muchos sexismos en el lenguaje caerían en desuso.
Ahora la pregunta es ¿cómo eliminar la discriminación? Recordemos que la discriminación es una conducta aprendida, en la cual las actitudes pasan de la sociedad a la persona y luego regresan de ésta a la sociedad. Ser más conscientes del lenguaje que usamos tanto de forma oral como escrita es una forma de romper ese círculo.
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