Por Leticia Rebeca Gasca. Una de las premisas para el desarrollo social es convertir a la población beneficiada en protagonista de su propio desarrollo. Es decir, invitarla a capacitarse, brindarle oportunidades laborales, ayudarla a planear y gestionar sus propios proyectos: enseñar a pescar y no obsequiar el pescado.
Sin embargo, en ocasiones quienes deberían protagonizar y promover su proceso de desarrollo no pueden lograrlo ya que no pueden siquiera satisfacer lo que Abraham Maslow determinaría como sus necesidades más fundamentales, tales como la alimentación.
Para que el desarrollo social pueda ser promovido mediante un sistema autogestivo, se requiere como condición básica que la población pueda proveer sus propios alimentos, y cuando esto no es posible (como en numerosos sitios de Africa y el oriente), agencias internacionales como la ONU proveen a la población de alimentos.
Y ahora que el precio de los alimentos ha aumentado de forma veloz, ésta labor humanitaria es casi imposible, incrementando la probabilidad de una epidemia de hambruna en las naciones que presentan los índices de desarrollo humano más bajos.
Así, el precio internacional del arroz se ha duplicado en los últimos 12 meses, el precio del maíz ha aumentado 68% y el del trigo 92%. Producir alimentos es cada vez más costoso, y el empleo de ciertas semillas para la producción de etanol (principalmente el maíz) ha incidido en el juego de la oferta y la demanda, aumentando por consiguiente su precio.Y la pregunta es, ¿qué hacer para detener las presiones inflacionarias en el precio de los alimentos?
La respuesta se centra en tres puntos. El primero es promover la producción de etanol a partir de la caña de azúcar y no de maíz. El segundo es comer menos carne. El tercero es retomar ciertos proyectos de producción de energía nuclear.
Entre estas propuestas quizá la más desconcertante es la relacionada con el consumo de carne, sin embargo, opera bajo una lógica contundente. La producción de carne requiere gran cantidad de agua, granos y energía.
La mayor parte de las naciones desarrolladas y bastantes países en vías de desarrollo somos “carnívoros” culturalmente hablando, incluso, consumimos mucha más carne de la que requerimos.
Al conocer el gigantesco potencial de la sociedad civil organizada y unida por un objetivo común tengo la convicción de que si cada vez somos más las personas que optamos por consumir menos carne, podemos generar una cadena que promueva el descenso en el precio de los alimentos. Así, permitiremos que la población más marginada resuelva sus necesidades alimentarias, y además evitaremos el desperdicio de recursos tan importantes como el agua y la energía.
Alerta: epidemia de hambre
Enviado por
Leticia Gasca Serrano
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sábado, abril 26, 2008
1 comentarios:
Hola Leticia,
Me ha gustado tu posteo pues no solo dejas la solución del problema del hambre en manos de políticios e instituciones supranacionales sino que das opción a la ciudadanía. Yo estoy de acuerdo, algo puede y debe hacerse para no permitir la subida de los precios de los alimentos. La búsqueda de vías alternativas a los hidrocarburos es una iniciativa loable, no hay duda, pero no creo que la vía sea generando un mal aun mayor. Mitigar los efectos del cambio climático no puede pasar por condenar a la hambruna a la población más vulnerable. Por eso me has gustado tu recomendación de reducir el consumo de carne.
Yo desde hace varios años ya lo hago, no como carne, por muchos motivos, por evitar la crueldad y dolor a los animales, por razones de salud personal y también porque con lo que se invierte en granos para alimentar al animal que luego producirá carne se logra alimentar a muchas más personas.
Sino suprimir se debería al menos intentar reducir. Estas son ideas que son necesarios difundir. Enhorabuena!!
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